Decía Aristóteles en su Política que "Las verdaderas formas de gobierno son aquellas en las que el individuo gobierna persiguiendo el bien común. Los gobiernos que se rigen por intereses particulares son perversos en sí mismos"
La satisfacción del bien particular, alcanzar las metas privadas, convertir en realidad los apetitos materiales e incluso los meros caprichos se convierte en la justificación para formular supuestos derechos que no son tales.
En la actualidad hay demasiados gobernantes que renuncian al interés general. Muchos políticos están envueltos en banderas minoritarias y de dudosa calificación moral. Demasiados charlatanes se declaran defensores a ultranza de supuestos derechos en nombre del progreso.
Sin embargo, están renunciando a la defensa de la naturaleza humana en cuya esencia radica la formulación de los derechos humanos.